La Diocese de Beja, ocupa un área de cerca de 12 300 km2 y es la segunda más extensa de Portugal, en cuanto a que su población no es superior a los 225 000 habitantes. Su territorio corresponde aproximadamente al Baixo Alentejo, incluyendo los catorce municipios del distrito de Beja y los tres municipios más al sur del distrito de Setúbal.
Cuenta con el presente centro y diecisiete parroquias, agrupadas en seis arciprestados: Almodôvar, Beja, Cuba, Moura, Odemira y Santiago do Cacém. Fundada en el siglo V en torno a la comunidad cristiana de Pax Iulia, la primitiva diócesis pacense desaparecció alrededor de 754, debido a la ocupación musulmana. Cuando la diócesis de Évora – también fue suprimida por el mismo motivo – resurgió en 1165, el territorio del Baixo Alentejo, de vastos limites, mantuvo esta situación durante seis siglos, lo que dejó marcas fecundas.
El nombre oficial, entre tanto, pasó a ser utilizado por Badajoz. Sólo en 1770 se concretizó la restauración muy deseada, ahora con el título de Beja y como una de las diócesis sufragáneas de Évora (archidiócesis desde 1540), siendo nombrado como primer obispo D. Fr. Manuel do Cenáculo. Después de un intervalo de más de un milenio, la cátedra pacense volvió a ser ocupada.
La Iglesia dedicó siempre gran atención a salvaguardar el enriquecimiento de su patrimonio cultural, en una experiencia plurisecular. En cuanto a los nuevos desafios que se colocan en este dominio, las diócesis de nuestro país crean estructuras técnicas que, de acuerdo al derecho canónico y de las directrices emanadas de la Santa Sede, permiten dar una respuesta eficaz a eses problemas. Asegurar la preservación de la herencia que nos fue legada, colocarla al servicio de la comunidad y asumirla como factor de desarrollo integral del hombre son tareas exigentes pero que captan cada vez más la atención de los cidadanos y exigen una involucración de todos los sectores de la sociedad. Esto mismo fue reafirmado con claridad por la Conferencia Episcopal Portuguesa (Nota sobre el Patrimonio Histórico-Cultural de la Iglesia, 1990): “El patrimonio cultural sólo es en la medida en que cada generación participa en fructificar la herecia o legado común que se constituyó”.
Para eso, deben promoverse iniciativas de estudio, de animación y de acceso a los bienes del patrimonio cultural, relativamente a todos aquellos a quienes interese, en función de su naturaleza. No se pretenderá [... ] una utilización superficial y masificada; pero ante una fructificación profunda, que tanto puede servir a los valores meramente humanos, en la contemplación del contenido estético, simbólico o narrativo del patrimonio, como integrarlos con armonia en una relación más rica de naturaleza religiosa.
De cualquiera de las formas, el patrimonio cultural religioso no existe para permanecer cerrado, en depósitos inaccesibles, en torres de marfil habitadas sólo por unos pocos escogidos; debe ser colocado al servicio de toda la comunidad, aunque por las formas y vias consideradas más adecuadas a cada caso.”
Seminario “O Caminho de Santiago e a Identidade Europeia”
LOCI IACOBI en Ourense: 24 e 26 de Novembro de 2010.
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